jueves, 3 de mayo de 2012

ESCRITURA AUTOMÁTICA


Alcé la vista de mis pensamientos y vi una casa corriente con un gran ventanal en el que se podía divisar a una alegre familia en la que la tranquilidad y el buen ambiente reinaban en ella. Era como la casa que siempre imaginaba cuando me adentraba en la experiencia de soñar e imaginar todo lo que me gustaría tener, pero en ese momento me di cuenta de que mi imaginación ya no volaba como antes.
El tiempo no es continuo y menos aún el tiempo de los cuentos. Entonces es cuando caes en la cuenta de que cada uno marca su tiempo haciendo un uso propio de como vivir cada segundo que marca las agujas del reloj. Y me pregunte a mi misma ¿eres tú la que decides como adentrarte a vivir cada instante de tu tiempo? o ¿hay algo que te condiciona? Es ahí cuando caí en al cuenta de que había algo que me acompañaba en mi paseo nocturno de todos los días.
Seguimos caminando en silencio. Caminamos durante las horas y las horas caminaban en nosotras. Las horas pasaban y yo me planteaba si seguir con mi pena, la cual me acompañaba en mí día a día o aparcarla a un lado y seguir otro camino en el que poder caminar sin estar condicionada por algo.
La dejé al amanecer. La calle en silencio, sólo un gato y el sol empezaba a salir, es ahí donde me percate de que empezaba un nuevo día. Un día en el que yo había decidido marcar un antes y un después en el cual caminar sin esa pena que no me dejaba ver más allá de mi tristeza.

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